La luz de amplio espectro (derecha) frustra el camuflaje de los caracoles. 📷 University of Plymouth
🌍 Cuando tras cada esquina puedes hallar unas fauces prestas a devorarte, no resulta mala idea apostar por la discreción. La evolución ha cincelado el camuflaje y los hábitos nocturnos en multitud de especies. Estas adaptaciones suelen ser una buena garantía para forrajear sin temer miradas depredadoras… Hasta que un simio comenzó a encender luces a lo largo de toda la Tierra 🤨
Las vieiras antárticas (Adamussium colbecki) pueden evitar la congelación asociada al agua sobreenfriada. 📷 Steve Clabuesch
🌊 Las aguas antárticas no son aptas para frioleros. Debido al contenido en sal, el punto de congelación del agua marina de la Antártida se sitúa en torno a -1,9 ºC. Sin embargo, si buceamos en este mundo con un termómetro, veremos que su temperatura es aproximadamente 0,05 ºC más fría. ¿Cómo es posible que no se convierta en un enorme cubito de hielo? Esto es debido a que el agua se encuentra sobreenfriada, condición que desemboca en un extraño fenómeno: cualquier perturbación puede generar hielo, el cual congelará el fondo marino… Incluida la vida que allí medra ❄️❄️❄️
Babosa de la especie Meghimatium fruhstorferi 📷 Maksim
🌳 Los descomponedores, esa amalgama de criaturas que pululan por el “alcantarillado” de los ecosistemas, cumplen una función vital pero desconocida. Ellos son los encargados de desmenuzar la ingente cantidad de biomasa digerida, desechada o muerta; para así dar un último impulso a las sustancias vitales y situarlas, de nuevo, en la casilla de salida de la cadena trófica. Este eslabón es mucho más que una simple frase descriptiva, ya que sus actores andan enredados en una madeja con nudos fascinantes 🤨
Conchas de Angustopila psammion 📷 Contributions to Zoology 2022
🐌 Pequeños, diminutos, minúsculos. Los caracoles de la especie Angustopila psammion son tan pequeños que tendríamos que llamar a cinco de ellos para hacer sombra a un grano de arena promedio. Sus caparazones no miden más de 0,5 mm de alto y tienen un volumen corporal de 0,036 milímetros cúbicos 😮
La especie Cryptochiton stelleri es el quitón más grande que existe. 📷 Jerry Kirkhart
🌊 El quitón se arrastra sobre las rocas del intermareal, lento y seguro de que su caparazón es una garantía de seguridad. Es una criatura rojiza, aplanada y con un tamaño que apenas supera los 30 cm de largo. No es de extrañar que sea conocido con el apodo de “pastel de carne errante”. Aunque aquí vamos a llamarlo por su nombre científico: Cryptochiton stelleri. Pero que no os engañe esta pobre descripción, porque dichos moluscos tienen unos dientes de lo más interesante 🤨
Caracol cono de la especie Conus betulinus. 📷 Pengchao-BGI
🌕 El gusano serpentea por el fondo marino, esquivando piedras y conchas vacías, intranquilo y decidido. Es el momento ❤️ La Luna llena brilla sobre la costa y sus congéneres deben estar saliendo de sus escondites. El ímpetu por reproducirse le guía, mientras rastrea las señales químicas en el agua con sus órganos sensoriales. ¡Y ahí están las moléculas que activan la liberación de esperma al agua! Así que nada dando vueltas, ajeno a que allí no hay nadie de su especie. Ajeno a que unas toxinas recorren su cuerpo, mientras es arrastrado a un oscuro final ☠️
Además de hacer la fotosíntesis, Elysia marginata puede autodecapitarse 📷 Sayaka Mitoh
🍃🍃🍃 Las babosas del género Elysia son famosas por su capacidad para hacer la fotosíntesis. Esta increíble adaptación es posible gracias a que, tras dar cuenta de una rica ensalada marina 🥗, incorporan a sus propios tejidos los cloroplastos de las algas. Un fenómeno que se conoce como cleptoplastia. Pero una de estas pequeñas nos tenía preparado otro truco aún más sorprendente. Os presento a Elysia marginata, la babosa que se autodecapita 🤯
Almeja gigante de la especie Tridacna gigas. 📷: Nhobgood
Dicen que la perla de Lao Tzu o de Alá fue encontrada dentro de una almeja del género Tridacna. Su descubridor, un buzo filipino, la halló en las aguas que rodean a la isla de Palawan en Filipina. Aunque fue un estadounidense, Wilburn Dowell Cobb, quién la dio a conocer al mundo en 1939, siendo considerada la perla más grande del mundo con un diámetro de 24 cm y 6,4 kg de peso 🤩 Sin embargo, en 2016 se anunció la existencia de la perla de Puerto Princesa, también descubierta por un pescador filipino. Con 67 cm de largo, 30 de ancho y 34 kg de peso, ensombreció a su antecesora y la relegó a un segundo puesto 😮 Pero en realidad hoy no os quiero hablar de estos objetos que despiertan la codicia, sino de aquellos organismos que, de forma indiferente, los crean 👇