Elysia marginata, la babosa que se autodecapita

Además de hacer la fotosíntesis, Elysia marginata puede autodecapitarse.
Además de hacer la fotosíntesis, Elysia marginata puede autodecapitarse
📷 Sayaka Mitoh

🍃🍃🍃 Las babosas del género Elysia son famosas por su capacidad para hacer la fotosíntesis. Esta increíble adaptación es posible gracias a que, tras dar cuenta de una rica ensalada marina 🥗, incorporan a sus propios tejidos los cloroplastos de las algas. Un fenómeno que se conoce como cleptoplastia. Pero una de estas pequeñas nos tenía preparado otro truco aún más sorprendente. Os presento a Elysia marginata, la babosa que se autodecapita 🤯

🌏 Como si fuera parte del reparto de una película de terror, la cabeza de Elysia marginata puede abandonar su cuerpo en un proceso denominado autotomía. Un truco similar al que realizan las lagartijas para desprenderse de sus colas. Tras separarse, la cabeza se mueve de forma autónoma llegando a sobrevivir durante varios días 😮

🤨 ¿Cómo es capaz de arrastrarse por el lecho marino siendo una simple cabeza? Se cree que aquí tendrían un papel especial los cloroplastos que se agenció anteriormente. Con ellos conseguiría la suficiente energía para sobrevivir, curar la herida del “cuello” y realizar el truco final: sus células se lanzan a una carrera de división y crecimiento para proveerle de un nuevo cuerpo. En efecto, tras autodecapitarse, Elysia marginata puede regenerar un cuerpo completo, con su corazón y todos los órganos que necesita para tener una vida de babosa plena 💚

🤔 El motivo de esta dantesca adaptación aún es desconocido. Sus descubridores especulan que les ayudaría a eliminar, de forma drástica, los parásitos internos que tienen el efecto de inhibir la reproducción. Entonces, podemos imaginar a una de estas pequeñas babosas sintiendo que está terriblemente infectada y decidiendo, literalmente, cortar por lo sano 🪓

Puedes leer más sobre esta noticia aquí 👉 These sea slugs sever their own heads and regenerate brand-new bodies


🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏 

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3 comentarios

  1. Un hecho increíble que parece capaz de modificar conocimientos muy sólidos sobre biología y fisiología. Es de esperar que el descubrimiento abra nuevas y prometedoras vías de investigación. Enhorabuena por la entrada!

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