Las avispas que reclutan ejércitos de virus

Oruga de Manduca sexta cubierta de capullos de avispas parásitas.
Oruga de Manduca sexta cubierta de capullos de avispas parásitas. Crédito: Max Wahrhaftig.

Algunas especies usan garras para cazar. Otras cuentan con venenos paralizantes. Y luego están las avispas parasitoides que reclutan a un ejército de virus. Os presento a Cotesia congregata, la pesadilla de la oruga del tabaco (Manduca sexta). Esta pequeña avispa alimenta a su prole de una forma un tanto macabra. Inyecta sus huevos en el cuerpo del gusano y cuando las crías nacen, van devorando a la oruga por dentro, poco a poco, mientras ella sigue viva. La oruga finalmente morirá cuando emerjan de su cuerpo las larvas, que la cubren con capullos donde las avispas terminan de madurar. Pero antes de que sus crías se pongan manos a la obra, la avispa necesitará la ayuda de los virus.

Cotesia congregata presenta una increíble simbiosis con un virus del tipo polidnavirus. La avispa necesita a los virus para proteger los huevos que las hembras inyectan en las orugas, ya que el sistema inmunitario de la víctima los puede reconocer y matar. Para evitar esto, la madre inyecta los virus junto con los huevos. Este ejército vírico tiene la función de atacar a las células inmunitarias de la oruga para retrasar sus defensas. Esto les concede a las larvas un tiempo vital (unos 8 días) para nacer y desarrollar las defensas con las que vivir dentro de la oruga.

Este virus no se da en ninguna otra parte de la naturaleza, ya que es incapaz de replicarse por sí mismo. Su genoma está integrado en el genoma de la avispa y sólo puede replicarse en un tipo de células del sistema reproductivo de las avispas hembra. Dentro de estas células, los virus son ensamblados y liberados (previa muerte celular) en el oviducto, desde donde se inyectarán junto con los huevos y un veneno que facilitará su infección.

Además de atacar al sistema inmunitario de la oruga, el virus provocará cambios en su bioquímica. De esta forma consigue evitar que la víctima lleve a cabo la metamorfosis y se dedique sólo a engordar. El virus también afectará a sus hormonas para que no genere orina, evitando así la pérdida de agua. En otra especie de avispa parasitoide, Microplitis croceipes, su polidnavirus es incluso capaz de afectar a la defensa de las plantas que la oruga está comiendo. Esto es posible gracias a que suprime la glucosa oxidasa presente en la saliva de las orugas. Cuando las plantas detectan esta molécula, activan los mecanismos de defensas para evitar ser comidas. De esta forma, el virus logra que la oruga pueda comer más y así aumentar la supervivencia de las larvas de la avispa.

Esta simbiosis es tan sorprendente que algunos científicos han propuesto que realmente los virus son genes de la propia avispa. Según esta hipótesis, estas especies habrían desarrollado la capacidad de inyectar su propio ADN en sus víctimas, lo cual también es bastante sorprendente. Esto implica que, en algún momento de la evolución, las avispas habrían conseguido las proteínas estructurales de los virus al integrar los genes de otros virus en su genoma. Una segunda hipótesis propone que la integración del ADN vírico se produjo tras una asociación beneficiosa no tan estrecha. Después de integrarse el virus, los genes para su replicación libre habrían desaparecido, dándole así a las avispas el poder de controlar un ejército de virus para devorar orugas.

Pero no se vayan, que aún podemos poner la cosa más interesante. Puede parecer que la estrategia de las avispas es perfecta, pero también les puede salir el tiro por la culata cuando usan los polidnavirus. Es el caso de la avispa Cotesia glomerata, cuyas víctimas son las orugas de la mariposa de la col (Pieris brassicae) a las que devora de la misma manera que hace su prima C. congregata. Sus virus también son capaces de afectar a la bioquímica de las plantas a través de la saliva de las orugas, pero con nefastos resultados. Cuando las orugas parasitadas comen plantas de col silvestre, hacen que cambie el aroma que desprenden las plantas. Esto atrae a otra avispa, Lysibia nana, que actúa como hiperparasitoide. Es decir, parásito de parásito. Cuando Lysibia nana encuentra el cadáver de la oruga envuelto en los capullos de C. glomerata, inyecta sus huevos en las desprotegidas avispas que sufrirán el mismo destino que la oruga. ¿Karma? Bueno, la evolución es así de maravillosa.

Más información:

Parásitos. El extraño mundo de las criaturas más peligrosas de la naturaleza. Carl Zimmer

Virus inhibits immune response of caterpillars and plants

Symbiotic polydnavirus and venom reveal parasitoid to its hyperparasitoids


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