Es un día caluroso. Tienes que recorrer la ciudad y para ello hay dos posibles trayectos: unas calles a pleno sol o atravesar un frondoso parque ¿Cuál escoges? Seguramente te hayas decantado por los árboles y su fresquita sombra. Cuando camines por debajo de sus copas recuerda ese adjetivo: fresquita. Es poco conocido que los árboles no sólo nos evitan el calor por su sombra. En silencio, modifican el aire a su alrededor gracias a la transpiración. Y esto es asombroso porque, como la mariposa que bate sus alas, los árboles de un punto de la Tierra pueden hacer que llueva a kilómetros de allí. Aunque necesitarás muchos, millones de árboles.
Pero, como comentábamos en un artículo anterior, estamos destruyendo el reino de los árboles. La deforestación está asolando grandes extensiones de selvas y esto tiene consecuencias que no podíamos imaginar.
Antes de entrar en materia, definamos qué es la evapotranspiración. Este fenómeno se refiere a la suma de la evaporación (la vuelta del agua a la atmósfera en forma de vapor) y la transpiración vegetal. Las plantas necesitan agua para realizar la fotosíntesis. Para ello, la toman de la tierra gracias a las raíces y la transportan por sus tallos hasta las hojas, que son los órganos fotosintéticos. Pero, una vez allí, gran parte se pierde a través de los estomas. Ésta es el agua transpirada, que acaba en la atmósfera y contribuye a refrescar el ambiente. Se trata de un mecanismo similar al sudor, que al evaporarse ayuda al enfriamiento del sistema.

Vayamos a una frondosa selva, con sus millones de árboles e innumerables hojas transpirando. Ahora traslada la imagen a todos los bosques tropicales de la Amazonia, África y sudeste asiático. El resultado son organismos influyendo en el clima al refrigerar y aumentar la humedad. Un estudio publicado en Nature, en diciembre de 2014, estimó que la deforestación total de las selvas tropicales produciría un aumento promedio de la temperatura global de hasta 0,7 ºC. Según esta investigación, la deforestación de la cuenca del Congo haría que se redujera entre un 40 % y un 50 % las lluvias, y la temperatura subiría hasta 3 ºC en la región. En la Amazonia, la pérdida del 40 % de sus selvas llevaría a una reducción del 12 % de las precipitaciones en época de lluvia y del 21 % en la estación seca.
La conservación de estas selvas ayudaría al mantenimiento de las lluvias regionalmente. Pero lo cierto es que estos ecosistemas también se ven afectados por la deforestación de otras regiones. Un estudio de abril de 2016 encontró una conexión entre la Amazonia y el Cerrado brasileño, una ecorregión de sabana tropical. La investigación se centró en un área de 45 millones de hectáreas de el Cerrado, donde las tierras agrícolas se habían duplicado. De 2003 a 2013 las hectáreas destinadas al cultivo pasaron de 1,3 millones a 2,5 millones. Mediante imágenes por satélite se estimó la evapotranspiración, y se encontró que era un 60 % más baja en los campos con barbecho que en aquellos con vegetación nativa. La consecuencia de esta deforestación es que el Cerrado manda menos humedad a la Amazonia a través de los vientos que viajan hacia el oeste.
Lo más impresionante de esta conexión atmosférica entre bosques y lluvias es que también se produce a nivel intercontinental. ¿Más deforestación en la Amazonia? Las lluvias anuales en el medio oeste de EEUU serán menores. ¿Menos árboles en África central? Menos lluvias para los cultivos del sur de Francia.

La deforestación también puede tener consecuencias para ecosistemas aparentemente sin conexión con las selvas. Investigadores del CSIC hallaron que la tala de los bosques tropicales puede afectar a especies marinas como la tortuga laúd. Los residuos generados al talar los árboles son arrastrados por los ríos y acaban en el mar, que los devuelve a la tierra. Los restos de ramas y troncos se acumulan en las playas donde crían las tortugas marinas, que no podrán cavar en la arena para hacer sus nidos. Si los desperdicios llegan después de haber puesto los huevos, las tortugas recién nacidas lo tendrán más difícil para salir a la superficie. Se convierte así la deforestación en una piedra más en el camino de estas especies. Unos reptiles que ya se enfrentan al cambio climático, la subida del nivel del mar, la pérdida de playas y el expolio de sus huevos.
Si estas conexiones con la deforestación no te han asustado, la siguiente tal vez sí lo haga: ébola. ¿Qué tiene que ver la tala de árboles con unos virus? La causa directa aún se desconoce, pero se ha encontrado una relación entre la pérdida de cubierta forestal y la enfermedad que acaparó tantos titulares. La clave podría estar en que conforme aumenta la deforestación, las poblaciones humanas entran más en contacto con especies que son reservorios del virus. En el caso del ébola, además se produce un aumento de las poblaciones de murciélagos de la fruta (candidato más probable a ser reservorio) en los bosques donde el hábitat está fragmentado.
Estas conexiones muestran que los problemas asociados a la deforestación no se solucionan con más bosques y parques cerca de nuestras ciudades. La pérdida de masas forestales adquiere una preocupante perspectiva global. Algunos países se encuentran dentro de un círculo vicioso que conecta pobreza, deforestación y menos recursos hídricos. Círculo al que todos nos podemos ver arrastrados. Y si la suerte empeora, la ruleta rusa tal vez depare una enfermedad emergente de amenaza mundial. Seríamos ingenuos si pensáramos que al caer un árbol talado en la República Democrática del Congo, nuestro tejado quedará demasiado lejos.
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Referencias:
La deforestación tropical distorsiona las precipitaciones y vientos del mundo.
Cropland threatens rainfall on Brazil´s savannas
La deforestación de bosques tropicales perjudica gravemente a la reproducción de la tortuga laúd
La deforestación de África, relacionada con la aparición de nuevos brotes de Ébola
🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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