🧽 Las esponjas de cocina son un barrio ideal para una diversa comunidad de bacterias. Mucho más que las placas de Petri, uno de los lugares destinados a cultivar y mimar microorganismos en los laboratorios de todo el mundo. Dichos microcosmos esponjosos, esos que en estos momentos viven su propia historia en los fregaderos de nuestras cocinas, se nutren gracias a los restos de desayunos, comidas y cenas… Pero estos bocados no son lo único que les beneficia. Investigadores de la Universidad de Duke han descubierto que la estructura de las esponjas juega un importante papel en esta historia 🤨
🦠 Igual que otras especies, las bacterias compiten entre sí. Para salir airosas utilizan diversas estrategias como, por ejemplo, iniciar una guerra química o incluso cooperar entre ellas. Pero también les puede beneficiar el terreno donde crecen. En un escenario uniforme, por tanto, es más probable que un solo tipo de bacterias acabe imponiéndose sobre las demás 🦠🦠🦠
🧽 En las esponjas la situación cambia de forma drástica. En palabras de Lingchong You, coautor del estudio: «Hemos demostrado que en una comunidad compleja que tiene interacciones tanto positivas como negativas entre especies, existe una cantidad intermedia de integración que maximizará su coexistencia general» 🤔
🦠 Esa «comunidad compleja» es posible gracias a la intrincada estructura de la esponja, la cual proporciona un entorno heterogéneo donde las diferentes bacterias pueden vivir sin molestarse mucho entre ellas. En definitiva, las esponjas ofrecen un lugar parecido a ambientes naturales como el suelo, donde los rincones y grietas favorecen la biodiversidad de bacterias 😮
👀 En la imagen vemos el crecimiento de diferentes especies de bacterias, modificadas para brillar con colores diferentes, las cuales prosperaron en un ambiente heterogéneo creado sobre una placa de Petri.
Podéis leer más sobre esta noticia aquí 👉 The surprising structural reason your kitchen sponge is disgusting
🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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