🌎 Los fósiles hallados en ámbar nos hablan sobre la vida que pululó en la Tierra hace millones de años. Fantasmas de una biodiversidad del pasado, inmortalizados en resina de árbol y petrificados a golpe de fuerzas geológicas. Nos maravillamos con ellos, aunque también cierto escalofrío nos invade al comprender las fuerzas naturales que les llevaron a la extinción. Pero las pequeñas abejas de esta historia nos miran a través de la resina mientras cuestionan nuestro trono… Porque fue Homo sapiens quién destruyó su mundo 😕
⏳ Existe un tipo de resina, que no puede ser considerada como ámbar, la cual fue producida a partir del año 1760. En estas piezas podemos encontrar, por ejemplo, insectos que murieron hace solo unos siglos o incluso el año pasado. Se trata de un buen lugar para rastrear los efectos del Antropoceno, por ese motivo han planteado que sean conocidas como “resinas de defaunación” 🔍
🌍 La propuesta parte de un equipo internacional de científicos, coordinado por la investigadora mexicana Mónica Solórzano Kraemer del Museo de Historia Natural de Frankfurt. Su trabajo consistió en analizar resinas modernas halladas en el este de África y en las costas de Madagascar. En esta región más del 90 % de los bosques han sido deforestados, con el consiguiente colapso de los ecosistemas. Entre dichas piezas, las más viejas datan de hace 3.000 años pero otras fueron fechadas en un calendario tan reciente como el del año 2015 🌳
🐝 En su interior hallaron 36 abejas sin aguijón o meliponinos, las cuales pertenecían a tres especies que ya eran conocidas. También descubrieron dos especies desconocidas para la ciencia. Las han bautizado como Axestotrigona kitingae e Hypotrigona kleineri. Los investigadores creen que es muy probable que estos insectos ya no existan. La deforestación arrasó con los árboles y flores que necesitaban para sobrevivir, abocándolas a una extinción invisible 😢
Podéis leer más sobre esta historia aquí 👉 Preserved in tree resin: Bees became extinct before they were discovered
🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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