🌱 Seguro que los habréis visto asomando entre el césped de algún jardín, o formando parte de la vegetación que colorea un descampado. Botones blancos que florecen desafiando el ajetreo de las ciudades. Desde Melbourne hasta Múnich, de Toronto a Tokio, el trébol blanco (Trifolium repens) se ha convertido en una especie habitual entre la flora urbana. Una especie cuya evolución está siendo impulsada por los seres humanos 🤨
🔍 Según una investigación global, dirigida por biólogos evolutivos de la Universidad de Toronto, el trébol blanco se está aclimatando al hábitat urbano. El estudio ha implicado a 287 científicos que tomaron datos en 160 ciudades de 26 países. Este ingente trabajo ha demostrado que Homo sapiens se ha convertido en una fuerza dominante de la Tierra, la cual es capaz de impulsar la evolución de otros organismos 🌎
🌱 En comparación con las plantas que crecen en entornos rurales, los tréboles urbanos producen menos cianuro de hidrógeno. Esta sustancia actúa en la defensa química antiherbívoros, además de aumentar la tolerancia al estrés hídrico. Dicha diferencia se explica por los cambios en las ciudades con respecto a la presencia de herbívoros y al estrés hídrico, factores que impulsan la adaptación de la especie 😮
🤔 Existe también un aspecto fascinante en este caso: es un ejemplo de evolución rápida y paralela que está teniendo lugar en múltiples lugares. En palabras de José Raúl Román, investigador de la Universidad de Almería, recogidas por la Agencia SINC: «La adaptación en sí no es ni positiva ni negativa, simplemente es un proceso que ocurre como una respuesta adaptativa de las especies hacia un estímulo. En este caso, un aumento de la urbanización puede traer consigo cambios como, por ejemplo, el aumento de superficies impermeables, cambios de temperatura o disminución de la presencia de herbívoros» 🌍
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🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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