
🐦 Atento, sobre la rama de un eucalipto, el joven mielero regente escuchaba la melodía del bosque. Las sonatas de amor de las aves se mezclaban con el murmurar del viento y el zumbido de los insectos. Su cerebro se agitaba con los impulsos neuronales, que analizaban y memorizaban cada canto. Así, pasaron los días y el instinto dispuso que era su momento. Cantó para las hembras de su especie pero, aunque lo escucharon, ninguna acudió. Ellas no podían entender su canción 🌳🌳🌳
En el pasado, los mieleros regentes (Anthochaera phrygia) sobrevolaban los cielos del sudeste de Australia en bandadas de cientos. Pero hoy en día están catalogados como especie en peligro crítico de extinción. Solo quedan unos pocos centenares de ejemplares 😕
🎼 Al igual que otros tipos de aves, los machos de mieleros regentes necesitan oír el canto de los ejemplares más viejos para aprenderlos. Además, son capaces de mejorar su actuación añadiendo el repertorio de otras especies 🦜 De esta forma, consiguen que su música sea rica, compleja y atractiva para las hembras. Pero, ¿qué ocurre cuando en el bosque no quedan suficientes ejemplares adultos de su propia especie? El triste resultado es que, los pocos que quedan, están olvidando sus canciones 😢
🌏 Al diluirse su cultura del canto, los machos pierden la capacidad de llamar la atención de las hembras. En otras palabras, es como si no los pudieran entender. Pero aún hay esperanza. Tras realizar este descubrimiento, investigadores de la Universidad Nacional Australiana han propuesto que se usen grabaciones de ejemplares adultos para enseñar a las futuras generaciones. Así se podrían potenciar los programas de conservación, garantizando que la especie se reproduzca y sobreviva, además de añadir su matiz particular a los bosques de Australia 💪
🛡🌎🌍🌏🛡 Los seres humanos no somos la especie más importante de la Tierra, tenemos la responsabilidad de convivir con los millones de organismos que son nuestros vecinos. Juntos podemos ser el escudo de la biodiversidad.
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🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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