📸 Comerciante canadiense clasifica pieles de zorros, castores, visones y otras especies. Década de 1890, en Fort Chipewyan (Alberta).
🌍 La expansión colonial en Norteamérica no fue una buena noticia para los castores americanos (Castor canadienses). Realmente, por aquella época muchas especies se enfrentaron a tiempos difíciles debido a sus pieles, que eran codiciadas por los humanos.

📷 Kingsley studio
❄️ La búsqueda de pieles se expandió hacia Siberia o América del Norte impulsada por factores como la Pequeña Edad de Hielo (entre comienzos del siglo XIV y mediados del XIX), los vaivenes de la moda y la incipiente escasez del recurso en Europa tras siglos de caza ⚔️ La colonización francesa, encabezada por Samuel de Champlain en 1603, se financió en parte mediante el comercio de pieles. Incluso este fue el motivo de un conflicto en Norteamérica conocido como la Guerra de los Castores, donde estuvieron implicados potencias como Francia, Holanda e Inglaterra y diferentes pueblos nativos como los pertenecientes a la Confederación Iroquesa.
💰 Los orígenes de la Compañía de la Bahía de Hudson, la cual sigue existiendo hoy en día, podemos rastrearlos a través de este comercio. En 1670 la corona británica les otorgó una colonia, conocida como Tierra de Rupert, que abarcaba un tercio de la actual Canadá. Una región donde los castores estarían condenados por su piel 🌎 La caza tuvo el mismo efecto que en Europa: las poblaciones de diferentes especies se desplomaron. Este suceso motivó la expansión hacia el oeste de América. Por ejemplo, tras la Guerra de Independencia de Estados Unidos, el gobierno de la recién nacida nación mandó barcos hacia California para conseguir pieles con las que financiar la recuperación económica después del conflicto 😥 El resultado de esta fiebre por las pieles fue la masacre de millones de animales. Según algunas estimaciones, más de cincuenta millones de castores murieron tras siglos de persecución.

📸 Presa creada por castores en el Parque Nacional Tierra del Fuego, Argentina. Año 2012.
🌍 En el caso anterior, hablábamos sobre cómo los castores sufrieron la fiebre por las pieles. Un evento que supuso la persecución de estos animales en muchas regiones. Esta historia se dirige en dirección contraria, aunque vuelve a tener como eje central el comercio de pieles.
🌎 Muchas especies han sido introducidas en diversos puntos del globo bajo la premisa de “enriquecer la fauna”. Es decir, eran liberadas en los ecosistemas con la esperanza de que proporcionasen algún beneficio a la economía local. Este es el caso de los castores americanos (Castor canadienses), los cuales dieron un salto de gigante desde Canadá hasta la Patagonia en Argentina… Impulsados por la mano humana.
💰 En la década de 1940, el gobierno argentino de Perón se puso en contacto con la Compañía de la Bahía de Hudson. Querían comprar ejemplares vivos de castores para introducirlos en Argentina y así incentivar la industria peletera. La empresa rechazó la oferta. También hizo lo mismo el gobierno de Canadá cuando recibió la oferta. Sin embargo, el encargo acabó en manos de Tom Lamb, empresario canadiense propietario de una aerolínea con sede en Manitoba, al cuál sí le cuadraron las cuentas.
✈️ Mr. North, así conocían a Lamb en su tierra, se puso manos a la obra y capturó 20 ejemplares de castores. En 1946, estos animales fueron transportados en avión por el propio Lamb. Un largo viaje que los llevó desde Canadá hasta Tierra de Fuego… Su nuevo hogar.
😕 De esta forma, la especie acabó en Tierra de Fuego para convertirse en un quebradero de cabeza. Hoy en día se los considera una especie invasora debido a su gran capacidad para modificar los ecosistemas. En 2018 se calculaba que en dicha región existían entre 100.000 y 150.000 castores, los cuales habían afectado a un área de 31.000 hectáreas. Algunos han bautizado este evento como el Beavercene.
📸 Jóvenes del Civilian Conservation Corps posan junto a castores que serán liberados en los bosques de Idaho (Estados Unidos). Año: 1938

🌎 En 1933, el gobierno de Franklin D. Roosevelt creó el Civilian Conservation Corps (CCC), un programa de trabajo público que se mantuvo hasta el año 1942. El objetivo de este proyecto era emplear a hombres jóvenes para que ayudaran en la conservación y el desarrollo de los recursos naturales del país. Más de 3 millones de personas trabajaron para el CCC, realizando labores como mejorar infraestructuras, limpiar el paisaje, eliminar depredadores, controlar la población de mosquitos, luchar contra incendios, mejorar la pesca y diversas acciones más.
🌳 Una de las labores del CCC consistió en la liberación de castores americanos (Castor canadienses). Tras siglos de persecución por sus pieles, que ya hemos relatado en entregas anteriores, las tornas comenzaron a cambiar cuando se comprendió el papel como ingenieros de ecosistemas que tienen estos animales. Mediante la construcción de presas, dichas peludas criaturas ayudan a controlar las inundaciones, favorecen el almacenamiento de agua, disminuyen la erosión o mejoran el hábitat para otras especies. Por este motivo, durante la década de 1930, los chicos del CCC se encargaron de reintroducir unos 600 castores en los bosques estadounidenses.
📽️ Castores americanos son lanzados en paracaídas durante un proyecto para reubicar a los animales. Año 1948.
🌎 Tras la Segunda Guerra Mundial, muchos ciudadanos estadounidenses se trasladaron de las ciudades a los campos. En estas regiones buscaban poder ganarse la vida mediante actividades como la agricultura o la ganadería. Sin embargo, en algunas zonas ya se habían establecido unos peludos vecinos.
🤔 Las construcciones de los castores americanos (Castor canadienses), las cuales favorecen que se inunden los terrenos, entraban en conflicto con los intereses humanos. Por este motivo, desde las autoridades se fomentó el traslado de los animales a otras zonas. Dicha labor se realizaba mediante el transporte en cajas cargadas por caballos o en vehículos. En ocasiones, los lugares seleccionados para la liberación resultaban ser muy inaccesibles. Todo ello suponía mucho estrés para los castores que, desgraciadamente, podían incluso morir en el trayecto.
🛩 En vista de estos problemas, los funcionarios del Fish and Game Department de Idaho decidieron probar otro método. Elmo W. Heter, empleado del departamento, diseñó a finales de la década de 1940 unas cajas especiales para poder transportar a los castores en aviones y lanzarlos en pleno vuelo. El rocambolesco proyecto se sirvió de los paracaídas que habían sobrado de la guerra.
😕 Para asegurarse que el sistema funcionaba, probaron la idea con un viejo castor. Geronimo, apodo que recibió el desventurado animal, voló una y otra vez en avión para ser lanzado desde una altitud de entre 150 y 200 metros. Cada vez que aterrizaba, los funcionarios anotaban sus observaciones para perfilar las cajas.
🛩 El 14 de agosto de 1948, ocho cajas con castores fueron cargadas en un pequeño avión rumbo a un nuevo hogar. El proyecto llegó a trasladar un total de 78 castores durante ese año.
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