🤩 “Una noche, el investigador Jonathan Martin se encontraba explorando un bosque cercano a su casa, en Wisconsin. Iba armado con una linterna de luz negra, rebuscando destellos entre musgos y líquenes. De repente, una ardilla voladora se cruzó en su camino y, tras enfocarla, se ilumunó de color rosa. Espoleados por la curiosidad, un grupo de científicos rastrearon el extraño fenómeno entre ejemplares conservados en museos y criados en cautividad. Sus sospechas se confirmaron y fueron publicadas en 2019: habían descubierto un total de tres especies de ardillas voladoras que brillaban bajo la luz ultravioleta. Concretamente eran la ardilla voladora del norte (Glaucomys sabrinus), la ardilla voladora del sur (G. volans) y la ardilla voladora de Humboldt (G. oregonensis). Fue el pistoletazo de salida. Al año siguiente, se confirmó también dicha característica en los, ya de por sí raros, ornitorrincos (Ornithorhynchus anatinus). Luego fue el turno de wombats (Vombatus ursinus) y demonios de Tasmania (Sarcophilus harrisii), que resplandecían en azul. Recientemente, en febrero de 2021, dos especies de liebres saltadoras (Pedetes capensis y P. surdaster) escribieron su nombre en la lista de animales biofluorescentes. Pero podemos decir que llegaron tarde porque, en esta suerte de discoteca biológica, ya había muchas más especies.”
📣 Así comienza el segundo artículo que tengo el gustazo de publicar en la revista Muy Interesante. En este reportaje os hablo sobre la biofluorescencia y el reflejo de la luz ultravioleta, dos propiedades que exhiben muchas más especies de las que se creía.
👉 Podéis leerlo en la revista (en papel o digital) del mes de octubre (número 485).
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