
🚀 Sobre nuestras cabezas, a unos 400 kilómetros de altitud, la Estación Espacial Internacional orbita como si se tratara de una espora gigantesca, la cual mantiene a los astronautas a salvo de unas condiciones nada amables con la vida. En esta aventura, unas pocas especies han sido elegidas para acompañarnos, pero junto a ellas también han viajado algunos polizones. Minúsculos astronautas que, delante de nuestras narices, han viajado al espacio sin ser registrados antes. En efecto, en la EEI se ha colado una especie que era desconocida para la ciencia 🤨
🌎 Una de las tareas realizadas en la EEI consiste en seguir la pista a los patógenos que, sin proponérselo, han acabado embarcados en un viaje espacial. Por ello, se monitorizan varias ubicaciones como las zonas donde se reúnen los equipos, los lugares destinados a experimentos o las cámaras de crecimientos de plantas. Y es en este último lugar donde han descubierto una nueva especie de bacteria 😮
🔬 El hallazgo se ha producido tras identificar cuatro cepas bacterianas de la familia Methylobacteriaceae. Una de ellas resultó pertenecer a la especie Methylorubrum rhodesianum, pero las otras tres no constaban en los registros microbiológicos. Sus descubridores han propuesto que sean bautizadas como Methylobacterium ajmalii, en honor al botánico paquistaní Ajmal Khan 🦠🦠🦠
🌱 El hecho de encontrar una nueva especie mientras conquistamos el espacio ya resulta bastante increíble. Pero además, estas pequeñas podrían ser nuestras aliadas ya que entre su familia existen ejemplos de bacterias que favorecen la nutrición y crecimiento de las plantas, así como aportan tolerancia al estrés y control de patógenos. Por tanto, su descubrimiento podría servir para hallar nuevas cepas que nos ayuden a cultivar en el espacio o incluso en Marte 🚀🚀🚀
Puedes leer más sobre esta noticia aquí 👉 Three bacterial strains discovered on space station may help grow plants on Mars.
🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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