En el artículo anterior ya vimos cómo desembarcó la palma aceitera en Indonesia. Nos quedamos en el año 2012 y aquí lo retomamos.
Hagamos números: en el año 2012 Indonesia y Malasia (los mayores productores de aceite de palma) están ingresando 40 billones de dólares con este cultivo (unos 35 mil millones de euros). Sin embargo, empieza a ponerse de manifiesto otro problema además de la deforestación. Y es que en Indonesia la mayoría de los bosques talados tienen bajos sus raíces un suelo rico en turberas. La preparación del terreno para el futuro cultivo conlleva el uso del fuego para limpiar la zona de árboles y matorrales. En situaciones normales, la turba está húmeda por lo que el fuego le afecta poco. Sin embargo, la deforestación galopante y el drenaje del terreno han hecho que la turba sea muy apetecible al fuego. Al estar seca, prende rápido y arde una materia orgánica que lleva siglos acumulándose. Como se encuentran bajo el suelo, son incendios difíciles de apagar y se mantienen activos días o semanas.

Las imágenes desde el aire son bastante desalentadoras: los bosques ceden ante las plantaciones de palma (en perfectas hileras en el horizonte) mientras las columnas de humo se elevan por doquier. Cuando la ciencia busca los datos, viene el susto: hay mucho más dióxido de carbono capturado en las turberas que en las selvas tropicales de Indonesia. En 2012 se calculaba que el 70 % de las emisiones de carbono de estos incendios provenían de las turberas. A la deforestación y la pérdida de biodiversidad se le une otro jinete: el cambio climático.
Pero el mundo sigue ávido del maná que le da la palma aceitera. En el año 2013, nos tomamos un biberón de 55 millones de toneladas de aceite. Indonesia y Malasia satisfacen el 85 % de esta demanda. Sin embargo, el problema volvió a saltar a la palestra de los informativos. Esta vez no eran los orangutanes, sino las ingentes cantidades de humo y partículas de ceniza que partían desde Indonesia. Los países vecinos veían cómo sus cielos se volvían amarillos y el aire se hacía irrespirable. Los colegios cerraban, la gente se quedaba en sus casas y compraban mascarillas. Había que tomar cartas en el asunto. Singapur, un pequeño estado, descubrió que algunas empresas radicadas en su país estaban detrás del cultivo de palma aceitera en Indonesia. Así que impuso multas de hasta 2 millones de dólares a aquellas que favorecen los incendios. Presionado, el gobierno de Indonesia ratificó en septiembre de 2013 un tratado de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático para reducir el humo. Era el último de los diez miembros que quedaba por firmarlo.
Los años pasan y la deforestación y los incendios siguen campando a sus anchas en Indonesia. Entre julio y octubre de 2015 se dan alrededor de 100.000 incendios en turberas. La cosa se agrava porque ya no se respetan ni los parques nacionales, que son pasto de las llamas de plantaciones ilegales. ¿El gobierno? Sigue mirando para otro lado, mientras su riqueza en forma de biodiversidad se convierte en cenizas. Una tercera parte de las poblaciones de orangutanes salvajes del mundo se encuentran amenazados directamente por el cultivo de palma aceitera.
Ese mismo año, el humo sigue asfixiando a los vecinos de Indonesia. En Singapur y Malasia se habla de medio millón de casos de infecciones respiratorias asociadas al humo. El Índice Estándar de Contaminantes (PSI) se pone en 2000. Una cifra mayor de 300 ya se considera peligrosa. En los países afectados, algunos incluso van más allá y hablan de crimen contra la humanidad. Los colegios vuelven a cerrarse, los vuelos se cancelan y se promueven boicots a los productos indonesios.
Conflictos en el exterior y en el interior. A pesar de las promesas del presidente Joko Widodo, la deforestación no se frena, el humo continúa encapotando el cielo y la sostenibilidad parece un chiste. La corrupción del gobierno y las empresas que actúan ilegalmente siguen poniendo la zancadilla. Esto lleva a conflictos armados (se cuentan por miles) activos o latentes entre empresas, el Estado y las diferentes etnias y comunidades indígenas.
Urge buscar soluciones. Si recordamos, en la entrega anterior hablamos de la Roundtable on Sustainable Palm Oil (RSPO), que aspiraba a un cultivo sostenible de la palma aceitera. Sin embargo, las empresas recelan del grupo. En el año 2015 tres empresas (Wilmar, Cargill y Golden Agri-Resources) deciden firmar un pacto por la sostenibilidad y para frenar la deforestación. Se le denomina el Indonesia Palm Oil Pledge (IPOP) y sus padres controlan cuatro quintas partes del refinado mundial de aceite. Sin embargo, muchos desconfían argumentando que su red de proveedores (subsidiarias) es opaca y está detrás de la deforestación. Esto se debe a que es muy complicado comprobar que no te estén dando gato por liebre. ¿Qué porcentaje de ese barril de aceite es legal? Si lo mezclamos con aceite producido ilegalmente en un parque natural es imposible detectarlo.
Mientras, la RSPO sigue impulsando su sello de cultivo de palma aceitera sostenible (CSPO). En febrero de 2016 anunció que el 21 % del aceite de palma producido a nivel global ya contaba con el sello. Quizás una cifra demasiado baja, teniendo en cuenta que el RSPO se funda en 2004. Por desgracia, la presencia actualmente del CSPO en los productos que se comercializan en España es casi nula.
Meses después, en mayo, el gobierno central de Indonesia anunció que estaba poniendo frenos a la expansión de la palma aceitera. Un total de 61 solicitudes de empresas que buscaban permisos para el cultivo fueron rechazadas. Desde el Ministerio de Medio Ambiente y Bosques aseguran que 1 millón de hectáreas de bosques se salvaron de convertirse en plantaciones. Pero, ¿tomarán los gobiernos locales la misma postura?
Aquí llegamos al final de esta cronología, que por desgracia nos deja en un punto en el que la historia no ha quedado cerrada. Espero que en una futura actualización, podamos mencionar el punto de inflexión hacia una tendencia en sentido contrario a la que hemos esbozado.
Referencias:
Palm giants ask Indonesian gov’t to clear path toward sustainability
Indonesia’s forest fires threaten a third of world’s wild orangutans
Indonesia’s fires labelled a ‘crime against humanity’ as 500,000 suffer
Palm oil companies exploit Indonesia’s people – and its corrupt political machine
Indonesia refuses palm oil permits in anti-haze push
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