🌳🌳🌳 Según algunas estimaciones, alrededor del 60 % de las especies conocidas son parásitos. Tal vez parezca una exageración, pero basta con echar un vistazo a cualquier manual de taxonomía para darnos cuenta de que esta idea no está mal encaminada. Cada especie tiene el potencial de convertirse en el hospedador de otra especie. Por no hablar de los parásitos de parásitos, que recrean una suerte de matrioska 🤨
🔍 Para los parásitos, los organismos son como ecosistemas donde pueden encontrar recursos. Pero también son islas que deben alcanzar para sobrevivir. Por tanto, si su especie hospedadora evoluciona, están obligados a seguirla por la misma rama del árbol de la vida. Creándose así más biodiversidad. Además, el cuerpo de un organismo no es homogéneo sino que presenta diferentes nichos. En consecuencia, un parásito se puede especializar en vivir sobre las alas, otro en los intestinos, otro en el ojo… Ahora sí salen las cuentas, ¿verdad? 🤔
🐆🐆🐆 Pero su apuesta por la supervivencia tiene un precio. Y es que, si todas las islas desaparecen, el parásito también será engullido por la marea de la extinción. No solemos poner el foco en ellos, pero debemos ser conscientes de este punto: cada especie que es empujada a la extinción es acompañada por sus parásitos. Eso es lo que le pasó al piojo Felicola isidoroi, que medraba sobre el pelaje de los linces ibéricos. Dicho minúsculo insecto era el único parásito que vivía específicamente en los linces ibéricos. Por desgracia, el tortuoso destino de su hospedador puede haberlo llevado a su extinción. La única pista que tenemos de su especie es un ejemplar macho, el cual fue hallado en un lince atropellado en la sierra de Andújar en 1997 😢
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🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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