Las semillas milenarias

Una semilla de loto (Nelumbo nucifera) germinó después de 1.300 años. rédito: T.Voekler
Las semillas de loto (Nelumbo nucifera) pueden germinar tras pasar cientos de años. Crédito: T.Voekler

Xipaozi es una pequeña aldea situada en la provincia de Liaoning (China). Fue construida sobre lo que antaño era un gran lago plagado de lotos (Nelumbo nucifera). Los geólogos creen que un terremoto de 6.75 grados en la Escala de Richter, ocurrido en el año 1484, acabó drenando el lago. El agua fluyó hacia el mar y dejó el terreno libre para el asentamiento. El suelo del lugar era rico en turba y arcilla negra por lo que, siguiendo las políticas de Mao, se realizó una minería exhaustiva de la zona. Esto dejó al descubierto semillas de loto que habían caído en el olvido hace cientos de años.

En 1996 un equipo de científicos se desplazó a la zona, recolectaron unos 60 frutos de loto e intentaron hacerlos germinar. Durante su estudio consiguieron hacer germinar varias semillas que tenían entre 200 y 500 años. Pero lo más sorprendente fue la semilla que germinó después de pasar 1.300 años a la espera. Este sorprendente hecho supone que las semillas de loto son capaces de reparar el daño celular, provocado por la exposición a la radiación natural del suelo durante cientos de años. Algunas de las plantas mostraron mutaciones irreparables, pero otras crecieron sanas.

El descubrimiento de la semilla milenaria de loto fue anunciado en el año 2002. Se la consideró como la semilla más antigua que se había conseguido germinar. Pero en el año 2005 científicos israelíes hicieron lo mismo con una semilla de palmera datilera (Phoenix dactylifera) con unos 2.000 años de antigüedad. La bautizaron como Matusalén. Había sido desenterrada en el yacimiento arqueológico de Masada, el lugar donde los judíos zelotes se suicidaron ante la posibilidad de ser apresados por los romanos. Tras este salto en el tiempo, Matusalén es una palmera macho de tres metros y que ha transmitido sus antiguos genes a una nueva generación de dátiles.

Pero el verdadero récord se lo lleva Silene stenophylla, una pequeña hierba que habita al norte de Siberia. En el año 2012 científicos rusos anunciaron que habían conseguido cultivar ejemplares de la especie de hace 30.000 años. Sus semillas fueron halladas en madrigueras de ardillas que se encontraban a una profundidad de entre 20 y 40 metros de profundidad. Habían quedado congeladas en la tundra, olvidadas por las ardillas que las escondieron, junto a huesos de mamuts y otros animales prehistóricos.

Sin embargo, cuando los científicos trataron de germinar las semillas no consiguieron ningún resultado. Entonces ¿cómo las trajeron a la vida? Decidieron no usar las semillas sino el tejido placental, un tipo de tejido con funciones similares a la placenta de los animales. La buena conservación del tejido, probablemente por la acumulación de sacarosa, permitió traer a la vida plantas del Pleistoceno usando técnicas de cultivo in vitro y clonación. Los científicos comprobaron que estos ejemplares pueden tener descendencia y que sólo se diferencian sutilmente de las plantas actuales en la forma de los pétalos.

Más información:

Long‐living lotus: germination and soil γ‐irradiation of centuries‐old fruits, and cultivation, growth, and phenotypic abnormalities of offspring

La semilla germinada más vieja del mundo tiene 2.000 años y se llama ‘Matusalén’

Regeneration of whole fertile plants from 30,000-y-old fruit tissue buried in Siberian permafrost


🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏 

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