
❄️ Allí donde las cuatro estaciones marcan el ritmo de la vida, el invierno supone una pausa en el ajetreo de plantas y animales. Conforme el frío congela los ecosistemas, las especies echan mano de diversas adaptaciones. Una de ellas, la hibernación, es bien conocida: dormir a la espera de mejores pronósticos. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos 🤨
🐿 Os presento a la ardilla terrestre de trece franjas (Ictidomys tridecemlineatus). Durante la hibernación, el metabolismo de este animal se ralentiza hasta un 99 %. Aún así, parte de su organismo sigue necesitando nutrientes para, por ejemplo, evitar que músculos y huesos se atrofien por completo. Una tarea difícil cuando deben pasar semanas sin ingerir proteínas 😮
🤔 ¿Cómo logran las ardillas salvar este escollo? Investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison han descubierto que reciben la ayuda de sus microbios intestinales. Dichas bacterias toman una sustancia de desecho de sus huéspedes, la urea, y la degradan mediante una enzima conocida como ureasa. De esta forma, obtienen nitrógeno para crear aminoácidos los cuales constituyen los ladrillos de las proteínas. Este nitrógeno también es liberado al sistema digestivo de las ardillas, quedando así a disposición de ellas tras este proceso de reciclado 🦠🦠🦠
🚀 Esta brillante alianza podría guiarnos en la conquista espacial, donde la atrofia muscular se plantea como uno de los principales problemas de salud. De esta forma, la hibernación en animales nos ofrece la posibilidad de desarrollar estrategias para viajar a las estrellas. Pero además, en un futuro más próximo, dicho descubrimiento aporta nuevos caminos para buscar tratamientos contra trastornos que causan atrofia muscular 🔍
Puedes leer más sobre este descubrimiento aquí:
👉 Microbes help hibernating animals recycle nutrients, maintain muscle through winter
👉 Gut microbes help hibernating ground squirrels emerge strong and healthy in spring
🌳🐅🌳 Formando un cuarteado dosel de árboles. O una maraña de tallos, hojas y ramas. Creando una tela a través de la cual se escurre, para bailar con las sombras, la luz del Sol. Y entre ese baile, se esconde, repta, corre, salta, vuela, crece, compite, devora, es devorada y se descompone. La verás por todas partes, en el día y en la noche. Incluso más allá de la delgada capa de hojarasca y del húmedo barro que puedas excavar con tus manos. Incluso bajo la superficie de ríos imparables o tocando las nubes. Y más allá. Rodeada por el inmenso azul de océanos y mares. Medrando en lo más profundo, en los lugares donde el Sol cede su reino a otras fuerzas. También allí donde solo parece que hay arena y rocas azotadas por el calor. O donde el hielo y el frío reclaman su blanco dominio. O en tu interior, frenético, ordenado y apetitoso para amigos y enemigos. La vida, desafiante y cabezota, se pega a las todas superficies, rugosidades y escondrijos de la Tierra. Sobrevive y evoluciona, en una larga cadena temporal de criaturas que enmudece las décadas, siglos y milenios que puedas contar. Y ahí estás, Homo sapiens, pidiendo respuestas sobre los misterios de la vida. La ciencia tiene las respuestas que exige tu curiosidad. Y aquí, en Myrmarachne, te las relato 🌎 🌍 🌏
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